El clima del futuro se aprende hoy
- Lorna Salamán Jorge

- 27 oct
- 3 Min. de lectura
El cambio climático dejó de ser una predicción para convertirse en una realidad observable y diaria. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), los últimos nueve años han sido los más cálidos registrados en la historia. En 2024, la temperatura media global fue 1.48 °C superior a los niveles preindustriales, una cifra que nos acerca al límite de 1.5 °C establecido en el Acuerdo de Paris para evitar consecuencias irreversibles.
En el Caribe, esta realidad se refleja de manera concreta: huracanes más fuertes, sequías prolongadas y olas de calor sin precedentes. En Puerto Rico, durante el verano de 2024, el Servicio Nacional de Meteorología reportó sensaciones térmicas de hasta 111 °F (44 °C), cifra que marca un récord histórico. Años atrás, huracanes como María (2017) demostraron cómo el aumento en la energía atrapada en los océanos intensifica la fuerza destructiva de los ciclones tropicales. Estos eventos no son aislados. Son parte de un patrón global que está reescribiendo la relación entre el clima, los ecosistemas y la vida humana.
La ciencia del clima
El estudio del clima se realiza con una precisión que integra ciencia, ingeniería y tecnología. Investigadores emplean satélites meteorológicos, boyas oceánicas, radares, globos sonda y estaciones automáticas para recopilar cada día millones de mediciones. Estas observaciones incluyen temperatura, humedad, radiación solar, presión atmosférica, velocidad del viento y concentración de gases de efecto invernadero como CO2 y metano.
La ciencia climática ha identificado tendencias preocupantes: el nivel del mar sube alrededor de 3.3 mm por año, aumentando erosión e inundaciones costeras. Los eventos de calor extremo se han triplicado desde 1980, y las lluvias intensas han crecido un 20% en regiones tropicales. En 2023, el Océano Atlántico tropical alcanzó una temperatura récord intensificando las tormentas. En el Caribe, la NOAA reportó blanqueamientos masivos de corales debido al calentamiento marino. La ciencia climática se basa en observación continua, datos globales y modelos matemáticos que simulan la respuesta planetaria a diferentes escenarios.
El Caribe, un laboratorio natural
Pocas regiones del mundo son tan dinámicas para el estudio del clima como el Caribe. En un solo año, esta región experimenta fenómenos diversos como sequías, tormentas tropicales, vientos del Sahara y olas de calor, lo que ofrece valiosas oportunidades para conectar la ciencia con la realidad. Por ejemplo, después de un evento de lluvia intensa, los estudiantes pueden analizar la cantidad de lluvia caída y compararla con datos históricos. Durante una ola de calor, pueden observar las diferencias de temperatura entre áreas verdes y superficies asfaltadas. En temporadas secas, es posible investigar el impacto de la falta de lluvia en los cultivos y la vegetación local. Estas actividades acercan la ciencia climática a la cotidianidad del salón de clases.
Aprender midiendo
Hablar de cambio climático no es suficiente. Los estudiantes necesitan observarlo, medirlo y entenderlo. Una escuela puede convertirse en un laboratorio climático con instrumentos sencillos como termómetros digitales, pluviómetros, barómetros o sensores inalámbricos que ayuden a los estudiantes a registrar variables ambientales en su propio entorno.
Las actividades STEM relacionadas a la ciencia del clima van desde actividades sencillas de medición de temperatura hasta el análisis de datos y visualización científica. El enfoque en escuela elemental debe ser la exploración de los conceptos básicos del tiempo como medir la temperatura en distintos lugares del patio y graficar los resultados. Estas experiencias concretas les enseñan cómo el entorno influye en la sensación térmica y fomenta la observación critica.
En el nivel intermedio, los estudiantes pueden llevar a cabo mediciones de temperatura, humedad o radiación solar a diferentes horas del día durante una semana. Luego, analizar los patrones en una hoja de calculo o software simple que les permita relacionar los datos con las olas de calor. En el nivel superior deben emprender investigaciones de campo como monitoreo de la temperatura del suelo y su efecto en la germinación de las plantas o estudiar la calidad del aire durante distintos días para luego compararlos con fuentes oficiales o incluirse en redes globales de observación ciudadana.

Educar para la resiliencia
Ante los fenómenos extremos, tenemos que ofrecer a nuestros estudiantes experiencias educativas que les permitan interpretar y analizar datos climáticos con sentido crítico. Debemos formarlos como ciudadanos capaces de tomar decisiones informadas y diseñar soluciones sostenibles es preparar a una generación para comprender el planeta y cuidarlo con responsabilidad.
El planeta se expresa a través de sus cambios, y la ciencia nos ayuda a interpretar su lenguaje. Medir el clima es entender nuestra conexión con la Tierra y asumir la responsabilidad para protegerla. Educar sobre el clima es compartir saber, despertar curiosidad y motivar acciones conscientes que transformen el mundo.




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